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EL RECORRIDO

By 22/12/2020 No Comments

Sucedió lo siguiente: Cinco horas intentando escribir, dando vueltas en el cuarto/escritorio que oficia de oficina. Salidas a la cocina. Salidas al living-comedor. Cafés. Snacks. Nada. La pantalla (en blanco, con lo que debía continuar) allí permanecía. Decidí salir. Entré, en un domingo plano, en una de esas panaderías confiterías que nadie visita. Amplia, pero lo más interesante: barra que daba a la calle. Allí podía ver el día gris, plano, y la poca gente que decidía pasar (a buscar algo olvidado, a comprar, a subirse al auto). En esa hora y media todo bajó, hasta mí, y escribí ese final intenso (dictado por otros, pero mío e intenso) donde las piezas que antes no avanzaban ahora se amontonaban de a varias con vuelo y coherencia.

Todo ese recorrido previo de lince desesperado es necesario. Todo ese tiempo es como el arco cuando se tensa. A veces no hay relación entre esos tiempos. Uno tensa durante horas para liberar en un segundo, a veces es al revés. Pero ambos tiempos son necesarios, y me animo a arrojar: igual de valiosos. Lo que varía es su atractivo. Uno nos seduce, el otro nos repele.

Odiamos que nada salga. Odiamos sentarnos y estar bloqueados. Odiamos sentirnos inútiles, poco creativos, estancados. Pero la pregunta es: ¿Es así? ¿Estamos estancados o es solo una cara de la misma moneda?

El tiempo en el que se espera, y el tiempo en el que se encuentra.

Ahora: siempre llevar la lanza en la mano.